Disfruté de una deliciosa comida entre amigos (unos ya antiguo, a punto de iniciar una nueva vida, y otros nuevos, que parecían eternos) en el recomendable restaurante Alea. Allí diseñamos el menú de cine que la próxima semana presentará. Por la tarde del viernes me encerré un rato para escribir la crónica de Santiago Carrillo, la noticia más leída del sábado en El Confidencial (casi 400 comentarios).
Por la noche vi La vergüenza, la película inaugural del certamen. Me gustó. Ritmo sin acción. Combate psicológico de pareja. Y un tema nada adaptado: la adopción de niños problemáticos y mayores: con 8 años. Ahí volví a reencontrarme con Leopoldo Soto, el periodista mexicano que más sabe de festivales. Compartía conversación con amigos escritores (Antonio Soler), amigos actores (Juanjo Rodríguez, Alberto Amarilla) y gente de la farándula del celuloide.
En la fiesta en El Realengo (fui invitado por Juan Carlos Fdez Téllez), más allá de La Cónsula, en Churriana, a 15 kilómetros del centro de Málaga, los periodistas se juntaban con los actores. Los políticos con los productores. Y el alcohol circulaba por una fiesta bien organizada salpicada con lluvia primaveral. Mi garganta empezaba a flojear, el hielo, el maldito hielo, y ayer me levanté con ganas de hacer muchas cosas, pero con un cuerpo escacharrado, con pocas ganas de florituras. No fui a ver ninguna película. Esta mañana, tampoco. Ya estoy -un pelín- mejor. En un rato disfrutaré de una tarde-noche festivalera. Si mi aún delicada garganta me lo permite…
Mi leyenda de maldito aumenta. No fui invitado, y eso que hablé con Protocolo del Ayto. En fin.
Pero también muchos no periodistas y no politicos asistieron a esa fiesta del festival.
Y demasiado alcool circulaba por ahi…