«Especialistas en ideas generales». Así define Umbral el trabajo de los columnistas en este artículo de marzo de 1997. La radio es «ruido» y la televisión una «máquina». Y el periódico se ha vuelto «dialogante», asegura Umbral en un claro anticipo del potencial de Internet que permite los comentarios de los lectores en los blogs y periódicos en la Red.
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LOS PLACERES Y LOS DÍAS
Los columnistas
FRANCISCO UMBRAL
EL MUNDO; 12-3-1997
Con motivo del premio León Felipe a la Libertad de Expresión me preguntan los entrevistadores por el auge y éxito del columnismo en la prensa española, y sólo se me ocurre una respuesta: la noticia ya la da la televisión; al periódico le queda la opinión, el comentario, la glosa.
La televisión es una máquina y las máquinas no opinan. (La radio es ruido y detergente). Se insiste mucho en que la tele está politizada, hipotecada ideológicamente por unos grupos u otros, o por el Estado. Pero no es sólo eso. Es que el testaferro en sí, la formidable y espantosa máquina, sólo es un fotomatón perfeccionado que no puede emitir ideas. La imaginación de la tele es la publicidad.
Si el señor Pradera se pone a leer un editorial por la tele, seguro que pierde audiencia frente a mi amigo Arturo Fernández y sus elegantes ternos y sus sobrinas gachilillas. Por eso los periódicos, que no son tontos, han incrementado la opinión, la idea, la palabra escrita, la línea editorial y el juicio personal del columnista. Los estudiantes de periodismo quieren ir todos a la tele, pero los columnistas procedemos en general de la literatura, de la política o de ambos mundos. El columnista sería eso que Eugenio d’Ors llamó «especialistas en ideas generales». Las glosas de don Eugenio preludian el moderno columnismo, incluso por su brevedad.
También hay columnistas especializados en economía, ganchillo, cine, postres, autos y otras cosas que interesan a la gente. El periódico, con el advenimiento de la democracia y la Santa Transición, se ha vuelto dialogante, y el español es ante todo un señor que necesita diálogo, aunque sea con el barman.
La tele, más joven, no es por eso más avanzada, sino un medio ágrafo que da muchas imágenes y no sabe interpretarlas. A este periódico se le ha reprochado alguna vez el tener demasiados columnistas, pero si lo consideramos despacio resulta que hay hasta especialistas en homosexualidad, tema que sin duda tiene su público y necesita su portavoz. Naturalmente, no por eso el periódico tiene más público que la tv., sino mucho menos, pero aquí vendría bien lo de Tierno Galván: «el voto de calidad».
Los españoles que leen periódicos son españoles de calidad, lo cual puede parecer antidemocrático para un lector urgente, pero lo cierto es que la democracia se ensaya en los periódicos, hasta en los menos demócratas. Mientras las televisiones pierden el tiempo y la vergüenza cruzando el Mississippi, los periódicos mantienen un diálogo prudente, aseado, cotidiano, matinal y libre con los lectores. Tiene uno escrito que la columna no es el florero del periódico, sino muchas veces su eje, y ahí está el caso de Haro Tecglen, que mata muertos todos los días y da mucha guerra desde su columnita de televisión.
¿Premio a la libertad de expresión? Premio a los periódicos que la permiten y a los jóvenes periodistas que, en lugar de dedicarse a buscar ancianas violadas para la tele, vienen a casa diciendo que lo suyo es hacerse columnistas. Sócrates no vive en la tele, desde luego. Sócrates no se explica tan bien como Lina Morgan. (Ni siquiera iba al teatro, Sócrates, que era la tele de la época). Sócrates se hace usadero, practicable y cotidiano en los columnistas que han leído a Sócrates. Y con Sócrates no se hace zapping, un respeto.
JESUCRISTO, EL NAZARENO
Bastó mirar solo una fotografía de Jesús para comprender que los alfareros latinoamericanos venden tu imagen pintada con los mismos colores que representa su población tras más de quinientos años de colonización y mestizaje. En ella me despierta la curiosidad de saber muchas cosas de tu vida. Intrigado por tus proezas como: caminar sobre las aguas, sin hundirse ni mojarse, que amainaba las tempestades con un soplo, que convertía el agua en vino y la tierra en pan, que saciaba la sed y el hambre de miles de personas con sólo cinco panes y dos pescados, que curabas a los enfermos y resucitaba a los muertos. Nadie puedo explicarme, en la forma como te concibieron por obra y gracia del Espíritu Santo en el vientre de María, una mujer que era virgen a saber que tenía marido y que siguió siendo virgen después del parto. Es misteriosa tu encarnación, por eso supongo que: si eres el hijo de Dios. Fueron tantos los acontecimientos que no pareciesen precisos pero creo en un Jesús que predicó tres años contra viento y marea, infundiendo una sencillez y una pureza sin par, aunque no fueron suficientes para hacerte profeta en tu propia tierra ni para salvarte del suplicio final, pues en una de tus visitas a Jerusalén, la ciudad prometida, fuiste delatado por uno de tus doce apóstoles y hecho prisionero por Poncio Pilatos, quien, por medio de un consenso en el que tus enemigos votaron en contra de tu libertad, te condenó a morir crucificado entre dos ladrones. O sea que a los 33 años de edad, tú, Hombre y Dios a la vez, recorriste el largo camino del Gólgota, sin poderte salvar de la cruz, los látigos y la corona de espinas. Es aquí donde tú asumiste el castigo por nosotros los pecadores y sacrificaste tu vida para salvarnos de las calamidades, eres desde entonces el retrato de profetas, en cuyas iglesias llevan tu imagen y tu nombre para predicar evangelios pronunciados por tus apóstoles, quienes, fieles a las sabias enseñanzas de su Maestro, nos acercaron a uno de los testimonios más trascendentales de todos los tiempos. Jesús es el hijo eterno de Dios.
DAVID PIEDRAHITA