Hoy me entrevista Isabel Ruiz en el diario universitario digital La General. Dejo aquí íntegra la entrevista.
Entre Málaga y Salamanca se formó en lo que García Márquez considera el mejor oficio del mundo. Con 20 años estaba en el mítico Diario 16, ha pasado por El Mundo, por más de una decena de países como enviado especial y por Tokio como corresponsal. Ahora parece que descansa en El Confidencial y en la UMA, donde es doctor en Periodismo. Agustín Rivera (Málaga, 1972) acaba de ganar la VI edición del Premio de Periodismo Ciudad de Málaga destrozando el tópico: se puede ser profeta en tu tierra.
¿Qué le llevó a estudiar periodismo?
Desde que era niño quería ser periodista, desde pequeño hacía crónicas de fútbol cuando iba a La Rosaleda, veía muchos programas informativos en televisión, leía periódicos, escuchaba, sobre todo, mucha radio. El periodismo, primero, vino en lo deportivo. Yo tenía unos seis años y estaba un domingo en el coche con mi padre escuchando El Carrusel Deportivo o El Tablero y le dije “yo quiero ser como ese”, “ah, ¿quieres ser futbolista?”, me contestó, y dije “no, el que está al lado del futbolista”, por aquel entonces yo no sabía que era un periodista. Desde siempre tuve claro que quería ser periodista aunque siendo niño, incluso adolescente, no sabía exactamente en qué consistía el periodismo.
¿Qué recuerdos tiene de su etapa de estudiante?
Muy buenos y, sobre todo, porque tuve dos etapas muy diferentes y enriquecedoras. Empecé a estudiar periodismo en la Pontificia de Salamanca porque en Málaga no había por entonces aunque, al final, volví para hacer segundo, tercero y cuarto. El año de Salamanca fue el año que cambió mi vida, fue un año determinante. Salí con 19 años de casa, no había salido antes, fue una auténtica aventura, algo fascinante. Ahí me di cuenta de que periodismo era lo mío, que no solo había elegido bien, sino que había elegido muy bien. Si ya tenía vocación, desde luego que en el año de Salamanca se me acrecentó.
¿Qué le pareció la carrera?
A mi me gustaba mucho que, en el plan de estudios antiguo, había asignaturas anuales. Creo que es un error que sean todas las asignaturas cuatrimestrales, hay asignaturas en las que no da tiempo a aprenderlo todo en cuatro meses brutos, que en realidad son tres o dos meses y medio largos. Me gustó de la carrera los profesores, que eran jóvenes y ejercían el periodismo al mismo tiempo que trabajaban como profesores de la Facultad, me gustaban esas ganas de explicar. Es cierto que llevamos un par de años inmersos en la revolución del periodismo pero a principios de los noventa había una eclosión de lo que era el periodismo. Me aportó muchísimo la carrera.
Habla en pasado, ¿piensa que lo que había por entonces no se mantiene ahora?
Ahora creo que hay demasiada información y creo que los alumnos, cuando llegan a primero de carrera, lo que piensan es que todo está muy mal, que no van a tener trabajo. Hay mucha desesperanza. En ese momento todos pensábamos que íbamos a trabajar y a ser estrellas del periodismo. En realidad, ni una cosa ni otra, ni todos estrellas ni todo está tan mal. La carrera es muy importante, ayuda mucho, pero no es lo único, ni siquiera lo más importante para un periodista, y lo digo como profesor de Periodismo. Lo más importante es lo que tú leas, lo que escuches en radios, lo que veas en televisión.
¿Cómo resuelve, entonces, el dilema de formación vs. vocación?
Es un poco todo, una mezcla. Si solo te centras en la parte vocacional, es un error, pero si no la tienes, te pierdes muchísimo. Esto no se puede estudiar porque se quiera ser famoso, o se vaya a ganar mucho dinero, o porque ‘está muy chulo estudiar periodismo’, esto te lo tienes que creer. Y tienes que trabajar muchos 24 de diciembre, muchos 1 de enero, muchos Viernes Santos, muchísimos domingos y muchos días hasta altas horas de la mañana.
Sus clases en la UMA, prácticas de una hora a la semana, son las preferidas de muchos alumnos en relación con las demás, ¿no refleja esto un posible fallo en la metodología docente?
Sí, puede ser un fallo en el sistema, pero no lo es tanto. Creo que un profesor debe de vivir al 100% en el periodismo, ayuda mucho tener una amplia formación teórica. Yo soy doctor en Periodismo, me he formado porque me gustaría seguir progresando en esa carrera académica y no quedarme solo en ser un simple profesor asociado. Si tú no estás al pie de la actualidad, si no cuentas cosas que has vivido o practicado, el alumno lo nota. Es muy importante que transmitas lo que has vivido, lo que has escrito. Cualquier profesor debería tener una experiencia muy clara y muy vivida en el periodismo.
¿Cómo llegó en segundo de carrera a Diario 16?
En ese momento era un apasionado de la Semana Santa de Málaga. Ví que en Diario Sur iba a ser más difícil porque era un periódico más grande así que me presenté en el periódico y les dije que quería hacer el tema de Semana Santa. Me dijeron que quién era, les conté que era estudiante de segundo de periodismo, me contestaron que quizás podría hacer prácticas, pero les conté que yo sabía de Semana Santa, que había escrito en el boletín informativo de mi cofradía, que me dejaran estar allí. Empecé a escribir varios reportajes, les gustó, me hice toda la Semana Santa y seguí esa primavera con El Rocío y la Feria. Me hice especialista en cosas tradicionales de Málaga y ya, en verano, fui haciendo otras cosas. Echarle cara y tener cierta especialización. Si yo hubiese ido con el leve currículum que puedas tener con 19 años me hubieran dicho “venga chaval, fuera”.
Nunca se ha encuadrado en una sección o ámbito concreto, ha estado vagando por distintas secciones, desde Cultura a Economía, ¿por qué? ¿no siente debilidad determinada?
Un periodista tiene que saber de todo y tener algo de lo que sabe mucho. Yo de Semana Santa, ahora, sé muy poco. Otra especialización que tuve sobre los 2000 fue en turismo, en El Mundo de Baleares, estaba súper especializado, era uno de los 10 o 15 periodistas de España que más sabía de turismo. Ahora nada. Hace unos cinco años, de política andaluza yo no entendía en absoluto y ahora sé bastante. Hasta hace cuatro años he hecho muy poco periodismo de investigación y ahora es lo que más hago. Yo creo en varias especializaciones a lo largo de tu carrera, aunque hay cosas que se te quedan. Yo he escrito en diferentes ocasiones, pero no he tenido una etapa prolongada, sobre temas literarios o artísticos y siempre ha sido una cosa que me ha interesado. No he dejado de leer mucho sobre literatura, sobre arte… Nadie podrá decirme que soy un periodista especializado en estos temas, pero si yo me metiese en este mundo, entraría muy rápido.
Donde doy lo mejor es en la crónica urgente o en el gran reportaje humano, es lo que más me gusta hacer. La crónica urgente te crea mucha adrenalina, eres libre pero tiene mucho de actualidad, es mi favorito para escribir. El reportaje humano también me gusta, en él puedo desarrollar lo mejor que tengo.
¿Cómo se veía tras terminar la carrera? ¿Se imaginaba como nosotros en la cola del paro o en qué perfil?
No creo que vosotros os tengáis que imaginar así porque, ahora, es la edad de oro del periodismo, es cierto que hay mucho paro, pero también mucho que hacer. Ahora se está buscando gente con iniciativa, que tenga ideas. Para trabajar en un gran medio puede ser muy complicado, pero, a día de hoy, hay medios pequeños que están haciendo cosas muy interesantes.
Jamás me vi como profesor y, en el caso de serlo, pensé que sería a partir de los 50. Fui profesor con 38 años. Eso fue un shock para mí. En un momento determinado volví a Málaga y se abrieron cuatro plazas de asociados y pensé que era una oportunidad, vi que la crisis estaba empezando y aproveché una oportunidad que ya no se ha vuelto a repetir desde entonces. Por entonces me veía de muchas maneras, con una especialización internacional, que la tuve como corresponsal un año en Tokio y aluciné cuando El Mundo me dio la oportunidad de ser enviado especial en 15 países de los cuatro continentes. La oportunidad que tengo en El Confidencial es increíble, trabajar en tu ciudad con un medio nacional que yo he visto crecer. Me veía desde muchos puntos de vista, tenía muy claro que quería trabajar y vivir en Madrid y ahora no vivo ni trabajo allí, pero sí trabajo para allí.
¿Qué es lo mejor de ser periodista?
Lo mejor es poder contar cosas y ser un testigo privilegiado. Contar la Copa Intercontinental en Tokio, la victoria del Madrid, junto a David Jiménez, actual director de El Mundo aunque cuesta decirlo (risas), fue una experiencia alucinante. Ser testigo directo en Corea del Sur de la unificación coreana o cubrir política internacional para El Confidencial. Es verdad que no todos los días son fáciles, que no todos los días son fuegos artificiales. En realidad, hay pocos días así, pero me voy buscando ciertas cosas que dan vida. Ahora, en el periodismo de investigación y político en El Confidencial con ciertas ‘chuches’ como el reportaje multimedia sobre el combate del siglo o una crónica sobre José Tomás en la feria de Málaga. No hay que perder la ilusión del niño que ve la cabalgata el 5 de enero. Esa metáfora me parece fundamental, si uno pierde la ilusión por el periodismo, si no lo vives como algo alucinante, no tiene sentido. Al final, esto es una maratón, no vas a ganar mucho dinero, vas a trabajar muchas horas, pero merece mucho la pena.
¿Y lo mejor de ser profesor?
Lo mejor es transmitir la pasión que creo que tengo por el periodismo, ver cómo los alumnos valoran tu trabajo, ver cómo, después de darles clases, te valoran y te echan un piropo que es bastante sonrojante. Lo mejor es ver a esos alumnos que son grandes profesionales y que van creciendo en su carrera.
¿Cuál ha sido la mayor metedura de pata de Agustín Rivera como periodista?
Muchas, muchísimas. ¿Hay que reconocer alguna?
Una, al menos.
En 1997/1998, estando en El Mundo de Andalucía, envié una presentación del Festival de Cine Fantástico de Málaga, que ahora se llama Fancine, en la que X películas de X autores iban a estar y se publicó. El problema es que publiqué el texto que había enviado el año anterior y se puso en papel. En digital puedes darte cuenta y retirarlo, pero aquí no. Entonces, llamó Ramón Reina, que era el director del festival, quejándose de que cómo podía ser aquello, que era de otro año.
¿Y como profesor?
Todos los días se pueden cometer errores. No te puedo decir exactamente errores graves, pero por ejemplo, que algún alumno, muy bien dicho, diga: “Yo creo que este tipo de género no es así”, o alguna opinión que alguno pueda tener y no guste. Desde luego, errores podemos cometer todos los días.
¿Cómo fue lo de la corresponsalía en Tokio?
Fui corresponsal fundador de El Mundo Andalucía en Málaga en 1996. En 1998 tenía 24 años, era aún muy joven, pero ya me veía maduro como para decir ¿quiero hacer mi carrera profesional toda mi vida en Málaga? Me parece todo muy aburrido, siempre contando lo mismo. Me motivó mucho una frase de Domi del Postigo cuando presentó a Guillermo Caballero Infante, escritor cubano que ya falleció: “Málaga es una ciudad peligrosamente cómoda”. Yo dije que tenía que salir y se juntó con circunstancias personales, porque estaba saliendo con una chica japonesa y ella me planteó irnos a Tokio. Yo quería irme a Madrid porque mi obsesión era trabajar en un medio nacional. Fue El Mundo pero podría haber sido El País o el ABC, en ese momento creí que era genial y nos fuimos. Fue una experiencia fascinante.
¿Volvería a repetir?
Sin duda. Es muy recomendable.
¿Qué es lo más importante que aprendió de aquella experiencia?
Uno aprende estando en el extranjero lo que puede echar de menos su entorno en el lado más humano. En lo periodístico, el sacar tus historias muchas veces es complicado, superar la barrera del idioma, de la timidez, la diferencia cultural entre japoneses y españoles. Te abre mucho la mente.
Trabajó con Pedro J. ¿Qué nos puedes decir de él como director y compañero?
Fue un grandísimo director del diario El Mundo, con sus imperfecciones, que las tenía. No me gustaba de él ese perfil demasiado político. Me gusta cuando habla y ejerce como 100% periodista. Es un profesional que siempre ha querido historias propias, periodismo de investigación, siempre ha ido mucho a por el talento fichando a gente como Umbral. Grandes periodistas. Es una persona totalmente admirable.
¿Y cómo vio su salida?
Está claro que no era una persona cómoda para el Partido Popular y el Gobierno, y que no les interesaba.
¿Cómo ve el proyecto de El Español?
Puede ser uno de los grandes medios en el panorama digital, pero tendrá que mostrarse. Va a ser un duro competidor para El Confidencial porque tiene el mismo mercado. El Español será un gran medio, pero seguiremos estando ahí.
¿Qué diferencias ve entre Pedro J. y su sucesor en la dirección de El Mundo, Casimiro García-Abadillo?
Sin duda Casimiro es mucho más tranquilo, más ordenado, más jerárquico. Le falta esa pasión por el periodismo que tiene Pedro J. Esta etapa no ha sido mala, ha perdido esencia de lo que ha sido El Mundo originalmente, pero tal vez los últimos tiempos de Pedro J. hayan sido demasiado politizados y Casimiro le ha buscado dar más criterio. Estos 15 meses han sido muy poco tiempo como para desarrollarse.
¿Y cómo ve ahora al recién elegido, David Jiménez?
Puede aportar mucho reporterismo, una visión diferente del periodismo. Va a ser muy contrapoder, sin hipoteca política y será una gran aventura para él.
¿Por qué puede haberse dado este cambio?
No tengo toda la información disponible, hay varias versiones. Casimiro ha dicho que David tiene un perfil mucho más digital que él, otras que dicen que el PP no está contento con él. Creo que es un salto generacional y es alguien que, sin ser muy muy joven, puede aportar un aire muy fresco al periódico que puede ser interesante.
¿Qué piensa sobre el papel?
¿Desaparecerá? Yo pienso que, a largo plazo, sí; a corto plazo, no. Aunque cada vez tendrá menos importancia.
¿Qué futuro le ve al periodismo y a los periodistas?
Tengo claro que lo importante no es el soporte. Hay periodismo horrible en papel y excelente periodismo digital, y al revés. Lo importante es la dirección y el cauce que tomen los periodista al hacer la información.
Pero la rentabilidad es muy importante.
A mi no me gusta hablar en términos de rentabilidad o gestión. Me gusta hablar de periodismo que es de lo que sé un poco más y creo que es, verdaderamente, lo que influye. La sociedad no está pendiente de si El Mundo vende más o menos, está pendiente de si saca más o menos historias.
Si tuviera que elegir a un periodista, ¿cuál sería?
Elegiría, casi seguro, a Kapuscinski o a Ben Bradlee.
¿A quién le gustaría entrevistar?
Me encantaría entrevistar a mucha gente pero, sobre todo, a Tom Wolfe.
En su libro El Cortijo Andaluz, habla sobre algunos casos de corrupción en Andalucía. ¿Le parece que los sucesos de corrupción sacados por los medios tienen el calado que merecen en la sociedad?
La gente vota pensando en su ideología, en la tradición histórica de, por ejemplo, el voto de sus padres. No nos dan igual estos casos, pero parece que no tiene tanto peso en el voto. Destapar los casos sirve, hay gente que al salir a la luz estos sucesos ha abandonado sus cargos políticos. Yo mismo publiqué que un director general de la Junta de Andalucía tenía una casa ilegal, dimitió y ya no está en política, o el caso del candidato de Ciudadanos en Vélez-Málaga, que estaba condenado por la Audiencia Nacional. Fueron dos exclusivas publicadas en El Confidencial y sirvieron. ¿La gente de Ciudadanos o del PSOE van a votar menos a estos partidos por ello? No lo creo, pero al menos ya no están en política.
Lo del boxeo parece que le viene de familia, ¿cómo vive ese mundo?
Nunca he sido un aficionado al boxeo, pero es verdad que lo llevo en los genes. Mi abuelo montaba combates de boxeo en la Plaza de La Merced de Málaga a finales de los años ‘20 principios de los ‘30. Era promotor de boxeo y cuando fue a vivir a Ceuta entró en la Federación Hispano-Marroquí de boxeo. Mi padre si fue un gran aficionado de joven, luego ya no tanto y la verdad es que, a mí, el boxeo no me interesa mucho. Me llama la atención esa metáfora sobre la vida que pesa sobre este deporte, que es un topicazo, y en realidad es un deporte fascinante.
¿Qué siente al ser reconocido por un trabajo local?
Me siento muy feliz. Muchas veces es complicado que la ciudad donde has vivido, de la que te has ido, has vuelto y donde has nacido y desarrollado profesionalmente, valoren tu trabajo. Y además trabajando para un medio nacional, no es fácil porque tampoco tengo muchas oportunidades de publicar temas concretos sobre Málaga. Agradecido y contento porque el jurado, además, lo dio por unanimidad.
¿Qué nos puede contar sobre el trabajo galardonado?
Era un texto sobre el turismo de cruceros, no muy pesimista pero con elementos críticos. Las bases del concurso decían justamente eso. Yo no lo escribí pensando en que iba a ganar, solo dije que me iba a presentar. Me pregunté con qué artículo y vi que este podía encajar.
En cuanto al tema que trata, ¿qué opinión le merece la apuesta al máximo por el turismo en Málaga y por la oferta museística?
El turismo es fundamental para Málaga. Los turistas, antes, llegaban al aeropuerto y se iban a Torremolinos o Marbella sin pasar por Málaga capital, ahora es al revés. En cuanto a los malagueños, la ciudad tiene ahora más posibilidades que antes. Esto lo ha hecho un gobierno del PP, pero podría haberlo hecho un gobierno del PSOE, Ciudadanos, Podemos o Izquierda Unida, no tiene nada que ver. Lo que sí veo es un exceso de ‘museitis’. El sábado pasé a media mañana por el Pompidou y no había nadie. Los malagueños no ven la importancia de Málaga como ciudad museística. Todo el dinero en museos se podría haber repartido en otros sitios.
De todos los textos que ha escrito a lo largo de su carrera, ¿hay alguno del que se sienta más orgulloso?
Algún testigo directo que escribí para El Mundo, por ejemplo, “Japón ya tiene pobres”, en Tokio. O, en Diario 16, una historia sobre el 50 aniversario de la bomba atómica de Hiroshima, que lo cubrí con 23 años. Evidentemente, no fui enviado por el periódico, fui autoenviado. En El Confidencial me falta todavía esa perspectiva de lo años pero creo que uno de los textos de los que estaré más orgulloso será uno que acabo de escribir, el del combate del siglo.
Para ir concluyendo, ¿nos podría explicar qué le pasó con su flequillo y Jesús Hermida?
(Risas) En la primavera de los 90, cuando estaba en COU, actual segundo de bachillerato, imité a Jesús Hermida porque tenía mucho flequillo, un flequillo muy parecido al de Hermida, cosa que ahora parece totalmente insólita e inverosímil, aunque compañeros de aquí que me conocieron en esa época pueden decir que es verdad. Para mí era una auténtica referencia, un mito. Tenía un programa que se llamaba A mi manera, que lo echaban por la tarde, en el momento que ahora echan telenovelas o series y en Telecinco están con Sálvame, Hermida tenía tertulias con premios Nobel, Cela, Umbral, sociólogos como Amando de Miguel… Es un reflejo de cómo ha bajado el nivel intelectual en televisión. Yo empecé a imitarlo y todo el mundo me decía “imita a Hermida, imita a Hermida”.
¿A quién tenemos que imitar los jóvenes ahora para llegar a ser periodistas?
David Jiménez es una persona de la que puedes aprender mucho, no sé cómo se desarrollará como director; Alfredo Pascual, en El Confidencial; Juanlu Sáchez, deeldiario.es, es un chico muy interesante; Rosa Montero, en El País, tanto sus columnas como entrevistas son de absoluta referencia; Ignacio Camacho me parece un columnista precioso. Te pongo ejemplos diferentes a los que te pueden decir ahora porque, por supuesto, Jabois, Gistau, Antonio Lucas.
Cuando tenía veintitantos años, yo me estudiaba las crónicas, las de Carlos Fresneda en El Mundo, Valenzuela en El País, y apuntaba los verbos, los arranques para ver cómo los haría. El primer reportaje que escribí para Diario 16 estaba, no copiado, pero muy inspirado en un reportaje de El País Semanal. Recuerdo que arrancaba “Isabel reza de rodillas, como cada viernes santo, delante del Cristo de Medinaceli. Ha venido desde la barriada de Carretera de Cádiz y su hijo trabaja en Limasa”. Cómo podía hablar de una cosa hiperlocal, como es la devoción al Cristo de Medinaceli, sin empezar con “miles de personas (…), hubo muchas colas”. Necesitaba aprender. Recuerdo que el modelo fue de un tema totalmente diferente, del aborto. Lo tengo que rescatar, sería en marzo del ‘96 en El País Semanal.
Si se pusiera en la piel de un estudiante de Periodismo en sus últimos años, ¿en qué diario le gustará trabajar, que no sea El Confidencial?
Creo que elegiría eldiario.es o El Español, porque no me dejas El Confidencial, que creo que es el medio más liberal, aunque creo que queda mal decirlo porque estoy dentro. Uno de esos dos, para empezar.
Foto: Isabel Ruiz.