Sé que hubo un mañana, un mediodía de luz cenital que ahogó la memoria. Hoy me planto en esta trémula hora de sueños sin romper. Disfruto de la intensa mirada que absorbe el viejo faro que ilumina la terraza de la vida.
Tardes tristes olvidadas que brotan sin remedio, como domingos sin retorno; siempre en el desván de los años mortales.
En esta Nochevieja te escribo a ti, soñadora eterna; vigía de calendarios inéditos.
Un atardecer espera. La luz que anuncia un Año Nuevo a tu lado.
Foto: Agustín Rivera